Carta de Hugo
ELSA
Amiga que emigras para siempre, a ese Mundo por el que luchaste tanto, ¡luchadora infatigable!.
Rostro de mujer latina, india, gitana, magrebí...
Tu voz llega profunda y contundente, ¡contestataria!. Esa erre santiagueña suena en tu boca como el motor de cayucos y pateras.
Dando ánimo estarás siempre sentada entre esos cuerpos cetrinos, mojados, ateridos, llenos de pavor, cuerpos de hombres, mujeres, niños y nonatos a la deriva, buscando con anhelo ese Mundo no encontrado.
Tus ojos pardos reflejarán inmensos ojos desorbitados por el miedo y la Esperanza.
Tus manos solidarias estarán siempre extendidas al alcance de los Excluidos por el Sistema, que consideraste ¡tan injusto!.
Tu cuerpo menudo, fuerte, firme, recio como el árbol del quebracho de tu tierra natal, ancestral, con las raíces arraigadas, hiciste frente al embate de ese “viento cruel y despiadado” que quiso derribarte y no ha podido, luego tu músculo vital se detiene y te abandona, para quedarse aquí entre nosotros.
Tu palabra y el pensamiento preclaro, tu pulso sereno y trazo vigoroso, esclarecedor, deja ese surco terrero indicando el Camino, para seguir tu huella, para seguir luchando.
Alzo bien alto el mate cimarrón bien cebado en tu nombre y tu memoria.
Adiós amiga mía.
Hugo
Amiga que emigras para siempre, a ese Mundo por el que luchaste tanto, ¡luchadora infatigable!.
Rostro de mujer latina, india, gitana, magrebí...
Tu voz llega profunda y contundente, ¡contestataria!. Esa erre santiagueña suena en tu boca como el motor de cayucos y pateras.
Dando ánimo estarás siempre sentada entre esos cuerpos cetrinos, mojados, ateridos, llenos de pavor, cuerpos de hombres, mujeres, niños y nonatos a la deriva, buscando con anhelo ese Mundo no encontrado.
Tus ojos pardos reflejarán inmensos ojos desorbitados por el miedo y la Esperanza.
Tus manos solidarias estarán siempre extendidas al alcance de los Excluidos por el Sistema, que consideraste ¡tan injusto!.
Tu cuerpo menudo, fuerte, firme, recio como el árbol del quebracho de tu tierra natal, ancestral, con las raíces arraigadas, hiciste frente al embate de ese “viento cruel y despiadado” que quiso derribarte y no ha podido, luego tu músculo vital se detiene y te abandona, para quedarse aquí entre nosotros.
Tu palabra y el pensamiento preclaro, tu pulso sereno y trazo vigoroso, esclarecedor, deja ese surco terrero indicando el Camino, para seguir tu huella, para seguir luchando.
Alzo bien alto el mate cimarrón bien cebado en tu nombre y tu memoria.
Adiós amiga mía.
Hugo
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